Esta problemática está aumentando en todo el mundo a niveles peligrosos. Día tras
día están apareciendo y propagándose en todo el planeta nuevos mecanismos de
resistencia que ponen en peligro nuestra capacidad para tratar las enfermedades
infecciosas comunes. Un creciente número de infecciones, como la neumonía, la
tuberculosis, la septicemia, la gonorrea o las enfermedades de transmisión
alimentaria, son cada vez más difíciles de tratar, a medida que los
antibióticos van perdiendo eficacia.
En los países donde los
antibióticos se pueden adquirir sin receta médica para uso humano o
veterinario, la aparición y propagación de la farmacorresistencia empeora. En
los países que carecen de directrices terapéuticas normalizadas, el personal
sanitario y veterinario
tiene tendencia a prescribirlos en exceso.
Cuando ya no se pueden tratar
las infecciones con los antibióticos de primera línea es necesario emplear
fármacos más caros. La mayor duración de la enfermedad y del tratamiento, a
menudo en el medio hospitalario, incrementa los costos de la atención sanitaria
y la carga económica para las familias y la sociedad.
La resistencia a los antibióticos está poniendo en
riesgo los logros de la medicina moderna. Si no disponemos de antibióticos
eficaces para prevenir y tratar las infecciones, los trasplantes de órganos, la
quimioterapia y las intervenciones quirúrgicas se volverán más peligrosas.
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